lunes, 9 de julio de 2007

SEIS AÑOS Y UN DURO

Seis años y un duro, si, cinco pesetas era lo que me daba mi padre los domingos cuando tenía esa edad, con eso podía comprarme un polo de Flash que me costaba una peseta y me refrescaba un rato mientras me encaminaba hacia el parque de los Mártires y en el carrito del "Rosoño", me compraba una bolsa de pipas que me costaba otra peseta, y claro, ya que estaba, pues me echaba otra peseta de gominolas de las que me entraban unas cuantas… una de pepsicola, otra de plátano, un fresón y alguna otra más (Aunque alguno no lo crea hace mas de 36 años ya existían las gominolas de pepsicola). Con todo este derroche económico, aún me quedaba para comprar por la tarde una bolsa de kikos y más gominolas.

Pero aquel domingo en misa de 12, el calor y el sermón del párroco enredaron mi infantil cabecita y en vez de echar al cepillo la peseta suelta que me daba mi padre para tan benigno fin, ¡Eché el duro! ¡Que fatídico error! Al volver a casa, mi hermana mayor contó lo sucedido a mi padre y este sacó otro duro del bolsillo y me lo dio. En aquel instante pensé que mi padre era el hombre más generoso y comprensivo del mundo.

Aún lo sigo pensando.

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