Recuerdo que fruto de la exaltación del momento le di una patada a un motorola con forma de trapecio que pesaba un huevo, era la época del inicio del consumo masivo de móviles por usuarios particulares, si no recuerdo mal allá por el año 96. Como os contaba, le di una patada al bicho que cruzo dos bocacalles y me dejé el pie hecho una mierda, pero yo era así de gilipollas, el móvil era mío y el pie también, otras veces me daba por darle puñetazos a las puertas de los tigres de los bares y romperme algún hueso de la mano ¡Ea!
Pero la historia es otra, concretamente íbamos por alicante cuatro amigos, dos homosexuales y dos heteros, ¿Con quien iba a estar mi mujer mas tranquila que yéndome de fiesta con sendas locas? En realidad eran mas amigos suyos que míos, pero el caso es que en cantidad de ocasiones siempre me daba por decir ¿Nos tomamos la última en Alicante? Y algunas veces mis compadres de tertulia resultaban mucho más inconscientes que yo. Total que con la valentía que te dan unos doce o catorce whiskys acabamos en la barra de un local de ambiente charlando amistosa y desinhibidamente sin que nadie nos molestase, la verdad es que ninguno de los tíos que entraban, salían y pululaban por el lugar se me arrimó lo mas mínimo (a ver si al final va a ser verdad que saben quien entiende y quien no, yo lo dudo mucho pero casi todos ellos lo aseguran hasta la saciedad) el caso es que se estaba haciendo la hora de irnos porque como experiencia estaba bien, pero no me hacia mucha gracia permanecer mas tiempo en ese lugar. Faltaba uno de los nuestros y nadie sabía donde estaba, una vez pagada la cuenta empecé a ponerme nervioso y me acerque a buscarle donde intuía que podían estar los servicios.
El local no tenía mucha luz, pero cuando me acerque a una zona concreta vi lo que era la entrada a otra estancia que no tenía puerta, pero que estaba oscura como la boca de un lobo, avance un poco más y me puse justo debajo del umbral, intentaba descubrir que cojones era aquello ¿La entrada al almacén? ¿Un despacho? El alcohol consumido en toda la noche desapareció en un instante, estaba petrificado en un lugar donde tarde o temprano saldría o entraría alguien y yo no quería encontrármelo, aquello me pareció antihigiénico, degradante, absurdo, sucio y aterrador, os puedo asegurar que rodeado de camellos gitanos y yonkis nunca tuve esa sensación, me encontraba en un garito de gays ¡Y estaba en la puta entrada del cuarto oscuro!
Salí de allí como si me persiguiera el diablo, años después sigo teniendo una duda ¿Había lavabo de señoras?
Salí de allí como si me persiguiera el diablo, años después sigo teniendo una duda ¿Había lavabo de señoras?
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