lunes, 21 de enero de 2008

FUMAR ES MALO, LO DICE EN LA CAJETILLA

En el colegio público de San Fernando teníamos una profesora de historia algo despistada cuando hacíamos la EGB. En primavera los más folloneros nos sentábamos al lado de las ventanas que permanecían abiertas para ventilar el olor a humanidad y nos encendíamos un cigarro que nos pasábamos por debajo del pupitre para darle unas pocas caladas por turnos. Una mañana se lo acababa de pasar a un compi llamado Javier Rodenas, le dio una calada y tiro el humo por la ventana con tan mala fortuna que en esos precisos instantes el que pasaba por allí a escasos centímetros de su cara era su padre.

El papá era teniente del ejército de tierra, iba con su trajecito almidonado y con su cara de mala ostia de todos los días, se detuvo junto a la ventana y observó como su hijito se hacia todavía mas pequeño mientras se metía la colilla del cigarro encendido en la boca para apagarlo de manera instantánea. Yo estaba sentado justo detrás de el y manché de nicotina mis inmaculados calzoncillos blancos de marca “Abanderado”.

El teniente entró al colegio, llamó a la puerta del aula y pidió permiso educadamente a la profesora para que saliera su vástago. Cerraron la puerta tras de sí y solo alcanzamos escuchar unos susurros de conversación muy bajos seguidos de un plas y un clon.

Cuando entró llevaba marcados en la cara los dedos del papaito y supuse que también llevaría un buen chichón en la cocorota al rebotarle la cabeza contra la pared.

De poco le sirvió al teniente… en el último curso en vez de tabaco nos pasábamos un porrillo; pero eso si hacíamos gala de una buena atención concentrada y dividida, ya sabéis todo el rollo ese del autocontrol en situaciones de estrés, la capacidad de coordinación en situaciones operativas…. la ventana, el porrillo, la profesora….

¿Quién dice que a base de hostias no se aprende?

martes, 15 de enero de 2008

EN MI LINEA

Hace ya tanto tiempo que no me acuerdo del nombre pero para el caso da igual. Conocí en un garito a una rubia de bote con pinta de Annie Lennox que por supuesto me sacaba unas primaveras como todas las que asaltaban mi inocencia en aquellos años. El caso es que esta señora organizaba un desfile de moda, me dijo que le gustaba mi aspecto y que si podía pasarme para hacer una prueba tal día a tal hora, me contó para lo que era y entre copa y copa, y risa y risa; me convenció.

El día de marras al salir del curro me presento a la cita y al entrar me encuentro un buen número de chaval@s desfilando pacá y payá y moviéndose muy deprisa, una voceando por aquí, otro haciendo aspavientos por allá, total que localizo a mi Annie Lennox y con esa boca de tragárselas doblás y sonrisa Vitaldent me presenta ilusionada a Luis Miguel, un conocido personaje del ambiente del baile y de otros ambientes de Albacete que salió del armario antes de meterse.

El amiguete que se supone hacía las veces de coreógrafo en el tinglao me dice que camine hacia el final de la sala y así lo hice; solo unos pocos pasos después le oía gritarme “Sobre la línea, camina sobre la línea” daba otros dos pasos y volvía a vocearme “Sobre la línea, sobre la línea” yo miraba al suelo y no veía ninguna puta línea.

Pensé que como cojones iba yo a caminar sobre una línea si llevaba años andando como un pato mareao (Después entendí que la línea era imaginaria ¡Cosas de los porros!), pensé también que si no me follaba la rubia me follaba el Luismi ¡Uuuufff!, pensé que la fama cuesta y yo no tenía ni puta gana de ser famoso y pensé que cojones hacia yo ahí cuando podía estar tomándome unas birritas con los colegas.

Antes de llegar al final de la sala me volví y frustré mi fugaz carrera de modelo.

PD: El desfile se realizó en la discoteca Roxy y entre otros conocidos mios uno de los modelos ocasionales fue Samuel “El de La Charo”.

jueves, 10 de enero de 2008

LA ANOREXICA INTEGRADA

Un día de playa, con su solecito, su arenita, unas hamacas, tu churri, un libro, la nevera con cervecitas, un moje, bocadillos, una bolsa de papas ¿Qué más se puede pedir? Justo al lado un grupo de matrimonios de gitanos y gitanas, a su rollo, sin molestar, con sus cosas, con sus conversaciones como el resto de los que nos encontrábamos allí; integrados que se suele decir.

Llegó la hora de ir sacando el aperitivo y la cervecita y unos a otros nos vamos contagiando y cada uno pues a lo suyo. Las gitanas; bien rellenas, con unos culos y unas tetas tipo mami africana; algunas con una barriga cervecera que para si la quisieran muchos hinchas del Chelsea y metiéndose entre pecho y espalda unos bocatas de jamón que no se los saltaba un galgo, picando olivas, queso, tomate, tortilla de patatas, tenían una fiambrera con chorizos, tenían naranjas y plátanos de postre……bueno un autentico festín.

Me llamo mucho la atención cuando una gitana le dijo a otra del grupo “aaaiiiin nena pos abel si te vas a quedal onoooreeexica desas”. Después se fueron todos a comerse un helado, aunque en realidad lo que dijeron fue “aaara neeenes, que los vamos a comel un chamby”.

Lo de los restaurantes de cocina de autor donde te clavan por no comer nos lo dejan "pá los payos listos".

jueves, 3 de enero de 2008

¿UNA MALA RACHA?

Se llamaba Marcos, su historia es como cualquier otra con la salvedad lógica de mi proximidad a ella. De padres separados de vez en cuando visitaba a su madre que vivía en la Roda con poco calor familiar y de su padre más de lo mismo. Desde muy joven se buscó la vida con el noble oficio de camarero, unos meses aquí otros allá, unos extras dando bodas y comuniones y sobre todo noche; mucha noche. Tuvo la mala suerte de coincidir conmigo un verano trabajando en un camping, mi novia de salvavidas en la piscina, el de camarero en el restaurante y yo de recepcionista. Mala suerte digo porque compartíamos habitación y pocos días después también mis vicios. Por lo demás el era un personaje respetado en los ambientes por su sangre fría a la hora de repartir leña fruto de años practicando karate y sacando chulitos a hostias de los garitos donde curraba.

La temporada acabó y mi novia y yo lo adoptamos en casa un tiempo mientras le salía otro curro, era un tipo muy noble, de estos de los de “contigo a muerte” y “colegas para toda la vida”. Unos meses más tarde consiguió un ático de alquiler a un precio de risa en la calle del Rosario frente al palacio de la música, en un edificio de esos en los que el pomo de la barandilla de madera del portal parecía una gárgola de catedral. Sus anteriores problemas con la justicia le remordían la conciencia y de vez en cuando trapicheaba con algunas sustancias ilegales, pero con la sinceridad que propician el final de noctámbulas jornadas a base heroína, cocaína, porros y alcohol me contaba que su sueño era llegar algún día a ser dueño de su propio garito. Así pasó el tiempo hasta que se marcho a Valencia a buscarse la vida.

Años más tarde cuando yo era un novel empresario de to esto de la informastica se presentó en mi oficina, charlamos, bebimos, le hice un par de fotocopias que necesitaba de unos documentos que llevaba, nos dijimos aquello de “Llámame y nos tomamos argo” y se marchó. Intuí que su sueño definitivamente se había truncado, que los asuntos que llevaba entre manos eran demasiado peligrosos y sentí mucha pena en el corazón de ver como la vida no nos trata a todos de la misma manera. Marcos solo hubiese necesitado estar ese momento oportuno en el sitio adecuado; pero eso nunca le sucedió.

Hace unos meses coincidí almorzando en un bar con su primo Juan Carlos, el bigotillo de la Tasca del Bocha, le pregunté por él y me desayuné con que hace varios años que la policía valenciana dio la versión oficial de una muerte por accidente al caer desde no se cuantos pisos a la calle.

La versión extraoficial es que se lo cargaron y lo tiraron por la ventana.