viernes, 15 de febrero de 2013

Trocitos de hígado



De descarado infante solía saltar desde el balcón de casa a la acera de la calle. Solo es un primero, además, me encontraba muy ágil y quizás fui precursor de lo que ahora denominan Parkour. En aquella época tan solo se llamaba “hacer el cabra”. Designación sencilla y natural de lo que realmente trata el tema.

Pero no es precisamente por mis meritos artístico-deportivos por lo que se me reconoce en las calles de mi ciudad. De hecho, si alguien tiene una imagen mía en su mente probablemente sea con un vaso en la mano. Perverso retrato conquistado a base de cartera, hígado e interminables sesiones acompañado por cierto de otr@s con similar honor.

Llevo ya un tiempo en el que no me malgasto por los bares, se lo dejo a los de siempre. No obstante tarde o temprano me cruzo con algún incansable trasnochado de los de mi quinta, que sigue pensando que todavía estoy a su nivel o “en activo”, que dirían en otros círculos.

Craso fue el error que cometí cuando hace un par de días ante la insistencia de un innombrable tuve que introducirme en un garito de los de cañas mañaneras para enfrentar mi fanta de naranja contra tres tercios y un primer chupito. Ahí me di cuenta de una cosa bastante normal en muchas personas pero desconocida en mí; NO AGUANTO A LOS BORRACHOS.

Siento, si en muchas ocasiones el guión de la escena ha ocurrido al contrario, pero no es el momento de pedir disculpas (quien me creyese perfecto peca de ignorante), tan solo reflexiono en estas líneas sobre una situación que incluso llegó a violentarme conmigo mismo por dejar que ocurriese.

Creo que ya derroché en su momento los trocitos de hígado que me correspondían encima de miles de posavasos. Eso es lo que ahora me apetece no hacer. El Bukowski que moraba en mí, está ahora más que dormido, muerto.

¿Qué me he vuelto un tipo aburrido? …….También.