De descarado infante solía saltar
desde el balcón de casa a la acera de la calle. Solo es un primero, además, me
encontraba muy ágil y quizás fui precursor de lo que ahora denominan Parkour.
En aquella época tan solo se llamaba “hacer el cabra”. Designación sencilla y
natural de lo que realmente trata el tema.
Pero no es precisamente por mis
meritos artístico-deportivos por lo que se me reconoce en las calles de mi
ciudad. De hecho, si alguien tiene una imagen mía en su mente probablemente sea
con un vaso en la mano. Perverso retrato conquistado a base de cartera, hígado
e interminables sesiones acompañado por cierto de otr@s con similar honor.
Llevo ya un tiempo en el que no
me malgasto por los bares, se lo dejo a los de siempre. No obstante tarde o
temprano me cruzo con algún incansable trasnochado de los de mi quinta, que
sigue pensando que todavía estoy a su nivel o “en activo”, que dirían en otros
círculos.
Craso fue el error que cometí
cuando hace un par de días ante la insistencia de un innombrable tuve que
introducirme en un garito de los de cañas mañaneras para enfrentar mi fanta de
naranja contra tres tercios y un primer chupito. Ahí me di cuenta de una cosa
bastante normal en muchas personas pero desconocida en mí; NO AGUANTO A LOS BORRACHOS.
Siento, si en muchas ocasiones el
guión de la escena ha ocurrido al contrario, pero no es el momento de pedir
disculpas (quien me creyese perfecto peca de ignorante), tan solo reflexiono en
estas líneas sobre una situación que incluso llegó a violentarme conmigo mismo
por dejar que ocurriese.
Creo que ya derroché en su
momento los trocitos de hígado que me correspondían encima de miles de
posavasos. Eso es lo que ahora me apetece no hacer. El Bukowski que moraba en
mí, está ahora más que dormido, muerto.
¿Qué me he vuelto un tipo
aburrido? …….También.
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