miércoles, 29 de agosto de 2007

EL PERRETE

Érase una vez un perrete que iba detrás de una perra. Le gustaba mucho, le recordaba a una de esas perras que aparecen en las pinturas egipcias junto a las efigies de los faraones. Sentía verdadera predilección por esa perra. Le dejaba las mejores farolas para mear, se quitaba el mejor hueso de la boca para dárselo a ella, le calentaba la cestita para acostarse en invierno, le rascaba con la patita donde ella no llegaba, la acurrucaba durante la noche, la llevaba a los mejores parques y jardines y le olía todas sus caquitas con especial interés.

Pero la perra no se tomaba en serio al perrete y he aquí que el perrete se cansó y llegado el momento se convirtió en un perraco. Pasó de ella igual que de las garrapatas y entonces buscó otras perras. Una vez enterada la perra de que el perrete (ahora perraco) ya no le hacia ni puto caso y pasaba de ella como de un solar de pulgas, la perra (ahora perrita) le ladraba tiernamente ¡guau, guau! ¡guaaaauu! El perraco le dejaba ahora que la perrita le lamiera los huevos, que fuese detrás de él oliendo su orina y que se comiera algún que otro pegote de mierda que se le quedaba pegado en el culo.

Moraleja; El que seas un perrete o un perraco, depende mucho de cómo se porte la perra.

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