El aparcamiento del local se va llenando de coches. En la entrada, en una de las primeras mesas, un hombre con camisa y pantalón de color negro, sombrero cordobés, una mano apoyada en un bastón y de su cuello una reluciente cadena de oro de buen grosor. Todo el que pasa le saluda y los suyos le rinden pleitesía con gestos de respeto y admiración. Es el abuelo gitano, el patriarca. En el escenario un trono de estilo Victoriano y unas sillas de mimbre esperan una de las primeras actuaciones de la noche, el ambiente empieza a animarse cargándose con el humo del tabaco. Los payos somos bien recibidos, no hay recelos, los gitanos saben que estamos invitados a este su pequeño mundo y que los que acudimos admiramos ese arte que se destila por cada átomo del local. Lo de payos nos lo adjudicaron cuando entraron por Cataluña y convivieron con los agricultores del lugar que se denominan pagés. Volviendo al local ya esta empezando la primera actuación, uno con una guitarra, otro con una caja de percusión y dos palmeros acompañan al cantaor. El tío se desgañita con cada canción, el público le aplaude y el ambiente se caldea más todavía con el sudor de los asistentes. La noche empieza a tomar forma. Corre el whisky, los puros y muy disimuladamente los chinos mitad de coca y mitad de caballo. Sale otro al escenario, el anterior esta exhausto y se toma una copa para descansar un rato, se lo ha ganao. El local esta a tope. Todo es muy autentico, no es como esos tablaos de guiris, esto es arte en estado puro. La noche es genial, la experiencia irrepetible. Algunos gitanos mayormente tratados como chatarreros o buhoneros, saben hacer algo más. Saben cantar y bailar flamenco como ningún payo se les asomará jamás.
Si alguna vez sientes que estas vivo, puede ser en un sitio parecido.
Si alguna vez sientes que estas vivo, puede ser en un sitio parecido.
2 comentarios:
Si te acaricio la cara, tienes que darme un beso (El Cigala)
Me encantan las lagrimas negras, gracias Prota.
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