Allí se encontraban, a tan solo cuatro pasos el
uno del otro en la caja del supermercado. Ambos se reconocieron pero no se
atrevieron a saludarse. Llevaban cerca de 30 años sin verse pero se
reconocieron. Ella había ido a peor con el paso de los años. El tiempo no la
tenía muy bien tratada, su vestimenta no destilaba precisamente el estilo que
se creía intuir en una diosa de la adolescencia. Si bien algunas personas la
madurez acentúa su belleza y personalidad a ella le había desvirtuado
totalmente su figura. Ni su peinado ni su escaso maquillaje acertaban a darle
ni un pequeño toque de glamour que aportase nada bueno al conjunto global. De
él sin embargo para no extenderme mucho, tan solo decir que le daba cien
vueltas.
A tan solo cuatro pasos el uno del otro y nada
quedaba ya en sus corazones de aquel amor adolescente que les llenaba el
estomago de mariposas y les hacía pasar noches enteras en vela. Ni rastro de
ese amor tan puro que se conformaba con el solo roce de una mano, con retirar
el pelo de la mejilla, con acomodar el brazo por encima del hombro en un cine.
La tibieza del encuentro mañanero en el instituto, el beso en el césped de la
piscina, el compartir refresco y hamburguesa en el “Bocata Quick” y toda
la etérea esfera en la que se encontraban cuando tenían catorce o quince años y
estaban enamorados…..¿Enamorados? ….bonito palabro.
A tan solo cuatro pasos el uno del otro rondaban
preguntas sin respuestas y pensamientos fugaces ¿Tendría hijos? ¿Estaría
casada? ¿A qué se dedicaría? ¿Qué habría sido de esos aires de grandeza que se
daba? ¿Habría estado viviendo fuera? El no era capaz de adivinar ni una sola de
las respuestas y lo que veía; simplemente no le indicaba absolutamente nada.
A tan solo cuatro pasos de ella, a él le importó
una mierda todo este rollo cuando con una sonrisa de oreja a oreja la cajera le
dijo “64,50” y mientras salía del super, instintivamente recorrió la calle con
una furtiva mirada en busca de algún señor montado en una vieja vespa.
A tan solo cuatro pasos el uno del otro y ni una
objeción sobre porqué se largó con el primer imbecil que se encontró, para
poder ir todos los días montada en una vespa al instituto.
¡Hay que joerse con el amor!... Las vueltas que
da la vida, sobre todo en vespa.
2 comentarios:
Cómo me transportas ahi enmedio de tus pensamientos, eres la ostia, me gussssstaaaaaaaaaaaaaaaaaa. Un beso Maca.
Siento lo de la ortografía....no puedes pedirle demasiado a un yonky analfabeto....
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