Se llamaba Marcos, su historia es como cualquier otra con la salvedad lógica de mi proximidad a ella. De padres separados de vez en cuando visitaba a su madre que vivía en la Roda con poco calor familiar y de su padre más de lo mismo. Desde muy joven se buscó la vida con el noble oficio de camarero, unos meses aquí otros allá, unos extras dando bodas y comuniones y sobre todo noche; mucha noche. Tuvo la mala suerte de coincidir conmigo un verano trabajando en un camping, mi novia de salvavidas en la piscina, el de camarero en el restaurante y yo de recepcionista. Mala suerte digo porque compartíamos habitación y pocos días después también mis vicios. Por lo demás el era un personaje respetado en los ambientes por su sangre fría a la hora de repartir leña fruto de años practicando karate y sacando chulitos a hostias de los garitos donde curraba.
La temporada acabó y mi novia y yo lo adoptamos en casa un tiempo mientras le salía otro curro, era un tipo muy noble, de estos de los de “contigo a muerte” y “colegas para toda la vida”. Unos meses más tarde consiguió un ático de alquiler a un precio de risa en la calle del Rosario frente al palacio de la música, en un edificio de esos en los que el pomo de la barandilla de madera del portal parecía una gárgola de catedral. Sus anteriores problemas con la justicia le remordían la conciencia y de vez en cuando trapicheaba con algunas sustancias ilegales, pero con la sinceridad que propician el final de noctámbulas jornadas a base heroína, cocaína, porros y alcohol me contaba que su sueño era llegar algún día a ser dueño de su propio garito. Así pasó el tiempo hasta que se marcho a Valencia a buscarse la vida.
Años más tarde cuando yo era un novel empresario de to esto de la informastica se presentó en mi oficina, charlamos, bebimos, le hice un par de fotocopias que necesitaba de unos documentos que llevaba, nos dijimos aquello de “Llámame y nos tomamos argo” y se marchó. Intuí que su sueño definitivamente se había truncado, que los asuntos que llevaba entre manos eran demasiado peligrosos y sentí mucha pena en el corazón de ver como la vida no nos trata a todos de la misma manera. Marcos solo hubiese necesitado estar ese momento oportuno en el sitio adecuado; pero eso nunca le sucedió.
Hace unos meses coincidí almorzando en un bar con su primo Juan Carlos, el bigotillo de la Tasca del Bocha, le pregunté por él y me desayuné con que hace varios años que la policía valenciana dio la versión oficial de una muerte por accidente al caer desde no se cuantos pisos a la calle.
La versión extraoficial es que se lo cargaron y lo tiraron por la ventana.
La temporada acabó y mi novia y yo lo adoptamos en casa un tiempo mientras le salía otro curro, era un tipo muy noble, de estos de los de “contigo a muerte” y “colegas para toda la vida”. Unos meses más tarde consiguió un ático de alquiler a un precio de risa en la calle del Rosario frente al palacio de la música, en un edificio de esos en los que el pomo de la barandilla de madera del portal parecía una gárgola de catedral. Sus anteriores problemas con la justicia le remordían la conciencia y de vez en cuando trapicheaba con algunas sustancias ilegales, pero con la sinceridad que propician el final de noctámbulas jornadas a base heroína, cocaína, porros y alcohol me contaba que su sueño era llegar algún día a ser dueño de su propio garito. Así pasó el tiempo hasta que se marcho a Valencia a buscarse la vida.
Años más tarde cuando yo era un novel empresario de to esto de la informastica se presentó en mi oficina, charlamos, bebimos, le hice un par de fotocopias que necesitaba de unos documentos que llevaba, nos dijimos aquello de “Llámame y nos tomamos argo” y se marchó. Intuí que su sueño definitivamente se había truncado, que los asuntos que llevaba entre manos eran demasiado peligrosos y sentí mucha pena en el corazón de ver como la vida no nos trata a todos de la misma manera. Marcos solo hubiese necesitado estar ese momento oportuno en el sitio adecuado; pero eso nunca le sucedió.
Hace unos meses coincidí almorzando en un bar con su primo Juan Carlos, el bigotillo de la Tasca del Bocha, le pregunté por él y me desayuné con que hace varios años que la policía valenciana dio la versión oficial de una muerte por accidente al caer desde no se cuantos pisos a la calle.
La versión extraoficial es que se lo cargaron y lo tiraron por la ventana.
2 comentarios:
uuff con que alegria has entrado en el año, nostalgia y que feaaaaaaaaa...haz el favor de animar al personal con algo mas de otro estilo, tu tienes mucho que contar.
PD; feliz añoo cuerpooooo
Vaya he leido esto, ufff muy sensible estas, parece un virus acordarnos de los años pasados al empezar uno nuevo, y de las gentes, de los lugares y de lo acontecido, en fin, un saludo maca.
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