La angustia de lo inevitable se le empezaba a agarrar en las facciones, igual que un escalador se aferra a la roca. Las horas avanzaban impasibles hacia lo ya decidido por naturaleza y tras unos meses de amargo sufrimiento su padre esperaba en la plaza hospitalaria que la muerte le llegase dignamente. Ningún remedio aplacaba su dolencia salvo las ampollas de Buprenorfina que le inyectaban en el suero. Llevaba meses tomándolas en casa y de las dos o tres a la semana en el comienzo, ahora una cada tres horas apenas le hacia efecto alguno.
Su organismo dijo basta cuando el cáncer dominó hostilmente su cruzada.
Pésames, dolor, llantos y sepelio.
Aún estaba caliente el cuerpo de ese pobre hombre cuando con el tacto habitual del que lleva su cerebro en el bolsillo trasero de los Levi’s le rogué; Tío, como tu padre ya no las va ha necesitar, acuérdate de traerme mañana to las cajas de Buprex que tengas por tu casa. ¡Anda enrollate!
Su organismo dijo basta cuando el cáncer dominó hostilmente su cruzada.
Pésames, dolor, llantos y sepelio.
Aún estaba caliente el cuerpo de ese pobre hombre cuando con el tacto habitual del que lleva su cerebro en el bolsillo trasero de los Levi’s le rogué; Tío, como tu padre ya no las va ha necesitar, acuérdate de traerme mañana to las cajas de Buprex que tengas por tu casa. ¡Anda enrollate!
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2 comentarios:
Si a tí no te duele nada.... Para qué te automedicas???....
Que escalofrio me das.... maca
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