
Mi espada, ni un arañazo sufrió.
La baranda, segada y abierta quedó.
Él, tomó entonces un cojín de seda con la punta de su cimitarra y posándolo en un peldaño de la escalera, dejó caer la hoja sin apenas esfuerzo y el cojín se separó en dos partes, como si de un melón se tratase.
Mis caballeros sorprendidos, increparon a Saladino, achacando a la magia semejante filo.
Permitidme Don Ricardo….. y estirando de la punta de un pañuelo de seda lo lanzó al aire y lo partió en dos, antes de que tocara el suelo……
PD: Del encuentro entre Ricardo Corazón de León y Saladino.
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