Aún recuerdo el día que al Partido Socialista Obrero Español le obligaron a quitar la “O” de sus siglas. Nunca me había alegrado tanto de una decisión que afectase a la política como aquel día. Se lo ganaron a pulso. Fue una disposición muy acertada, quizás de las pocas que se tomaron en aquella época. El pobre e impotente vocablo estaba siendo insultado por toda una extensa red nacional de vagabundos del politiqueo.
Los trabajadores, la clase obrera, los currantes de a pié, dejaron de sentirse identificados con unas siglas lideradas por un atajo de gandules encorbatados que transmitían y fomentaban todo lo contrario a lo que la palabra “Obrero” significaba. Los españolitos pagadores de impuestos empezaron a sufrir una especie de “Anhedonia política” que los sumía en la más terrible de las depresiones.
Fue justo el año que empezaron a desacostumbrarnos a lo que nos tenían acostumbrados, es decir, nos acostumbramos durante años a oírles hablar de reducción de la jornada laboral, de conciliación de la vida familiar y laboral, del fomento, arropo y connivencia con las jubilaciones anticipadas, del permiso de paternidad y de toda una batería de ideas encaminadas a “hincar el lomo” lo menos posible. Y claro, ellos se lo podían permitir, sus sueldos y sus jubilaciones estaban más que aseguradas ¡Estaban blindadas! Pues anda que no conocía yo a montones de prejubilados con pensiones que doblaban e incluso triplicaban el sueldo normal de un obrero en activo. Sin mencionar claro esta, las prejubilaciones de directivos de entidades financieras, multinacionales y otros poderosos colectivos. Esas, por descontado que se nos escapan al resto de los mortales contribuyentes. Yo hablo de miles de prejubilados durante años como por ejemplo; ¿Administrativos de cajas de ahorro? ¡No por favor! Que no tengo nada en contra de ellos, pero es que gracias a las fusiones entre entidades, muchos se prejubilaron a los 55 años con un buen finiquito y un estupendo plan de pensiones. Solo los estoy poniendo como ejemplo de lo que los gobernantes de la época toleraban.
Nos acostumbraron durante años a irnos de vacaciones aunque no tuviésemos dinero ¡Ya las pagaríamos en cómodos plazos! Junto con la letra del coche, la hipoteca, el móvil de los niños, la cuota de Internet y el canal +. Toleraron entretanto, que nos endeudáramos con los bancos para luego en época de crisis mundial inyectarles un dinero que por supuesto no salía de sus bolsillos. Un año, hasta se permitieron el lujo de “regalarnos 400 euros”, ¡Que hijos de puta! ¿De donde cojones los sacaron? Seguramente de las abultadas cuentas corrientes de tanto político ilustrado y oportunista. Seguramente.
Ese año, cuando nos sorprendió la noticia de que la edad de jubilación en un primer momento ya se aumentaba en dos años, empezamos a hacer oreja de las voces de otros países que llevaban tiempo castigando nuestros reticentes oídos sobre una jornada laboral más amplia, una edad de jubilación mayor y otras medidas relacionadas con nuestro trabajo, que por descontado no queríamos ni oír hablar de ellas ¡No nos habían acostumbrado al tema ese de “Trabajar”!
No soy ni del PP, ni del PSOE, ni siquiera de los verdes, pero a mi también me siguen jodiendo ¡Es lo que tiene esta sociedad en la que me ha tocado vivir! Que aunque no participes de su paripé democrático tienes que acatar lo que decidan por ti un pequeño tanto por ciento de españoles llamado “Mayoría electoral”.
En fin, que se año, en plena crisis mundial, comenzamos a darnos cuenta de que tanta España del bienestar no era en realidad más que una especie de florilegio de fantasías que no se ajustaban para nada a las circunstancias de un jodido “Obrero”.
Me sirvió de poco, pero ese día, el día que les obligaron a quitar la “O”, brindé con sidra “El Gaitero” por tan denostada palabra. (Los tiempos del Moët & Chandon quedaban ya muy lejanos).
Los trabajadores, la clase obrera, los currantes de a pié, dejaron de sentirse identificados con unas siglas lideradas por un atajo de gandules encorbatados que transmitían y fomentaban todo lo contrario a lo que la palabra “Obrero” significaba. Los españolitos pagadores de impuestos empezaron a sufrir una especie de “Anhedonia política” que los sumía en la más terrible de las depresiones.
Fue justo el año que empezaron a desacostumbrarnos a lo que nos tenían acostumbrados, es decir, nos acostumbramos durante años a oírles hablar de reducción de la jornada laboral, de conciliación de la vida familiar y laboral, del fomento, arropo y connivencia con las jubilaciones anticipadas, del permiso de paternidad y de toda una batería de ideas encaminadas a “hincar el lomo” lo menos posible. Y claro, ellos se lo podían permitir, sus sueldos y sus jubilaciones estaban más que aseguradas ¡Estaban blindadas! Pues anda que no conocía yo a montones de prejubilados con pensiones que doblaban e incluso triplicaban el sueldo normal de un obrero en activo. Sin mencionar claro esta, las prejubilaciones de directivos de entidades financieras, multinacionales y otros poderosos colectivos. Esas, por descontado que se nos escapan al resto de los mortales contribuyentes. Yo hablo de miles de prejubilados durante años como por ejemplo; ¿Administrativos de cajas de ahorro? ¡No por favor! Que no tengo nada en contra de ellos, pero es que gracias a las fusiones entre entidades, muchos se prejubilaron a los 55 años con un buen finiquito y un estupendo plan de pensiones. Solo los estoy poniendo como ejemplo de lo que los gobernantes de la época toleraban.
Nos acostumbraron durante años a irnos de vacaciones aunque no tuviésemos dinero ¡Ya las pagaríamos en cómodos plazos! Junto con la letra del coche, la hipoteca, el móvil de los niños, la cuota de Internet y el canal +. Toleraron entretanto, que nos endeudáramos con los bancos para luego en época de crisis mundial inyectarles un dinero que por supuesto no salía de sus bolsillos. Un año, hasta se permitieron el lujo de “regalarnos 400 euros”, ¡Que hijos de puta! ¿De donde cojones los sacaron? Seguramente de las abultadas cuentas corrientes de tanto político ilustrado y oportunista. Seguramente.
Ese año, cuando nos sorprendió la noticia de que la edad de jubilación en un primer momento ya se aumentaba en dos años, empezamos a hacer oreja de las voces de otros países que llevaban tiempo castigando nuestros reticentes oídos sobre una jornada laboral más amplia, una edad de jubilación mayor y otras medidas relacionadas con nuestro trabajo, que por descontado no queríamos ni oír hablar de ellas ¡No nos habían acostumbrado al tema ese de “Trabajar”!
No soy ni del PP, ni del PSOE, ni siquiera de los verdes, pero a mi también me siguen jodiendo ¡Es lo que tiene esta sociedad en la que me ha tocado vivir! Que aunque no participes de su paripé democrático tienes que acatar lo que decidan por ti un pequeño tanto por ciento de españoles llamado “Mayoría electoral”.
En fin, que se año, en plena crisis mundial, comenzamos a darnos cuenta de que tanta España del bienestar no era en realidad más que una especie de florilegio de fantasías que no se ajustaban para nada a las circunstancias de un jodido “Obrero”.
Me sirvió de poco, pero ese día, el día que les obligaron a quitar la “O”, brindé con sidra “El Gaitero” por tan denostada palabra. (Los tiempos del Moët & Chandon quedaban ya muy lejanos).
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