miércoles, 14 de octubre de 2009

EL ATAJO

Tic, tac, tic, tac. A unos sesenta metros, el parpadear de los intermitentes de mi automóvil era lo único que acertaba a distinguir desde hacía ya unas cuantas horas. Su pausado pestañear empezaba a taladrarme el cerebro. La tupida oscuridad no dejaba que pudiera fijarme en otra cosa. Los pies me quedaban como muy lejanos, las rodillas parecían estar fundiéndose con el barro, mi cuerpo entero pertenecía ya al entorno donde me encontraba. El fango de la ciénaga empezaba a oprimirme el pecho. Mis brazos, reventados ya de no encontrar nada a lo que aferrarse se perdieron en el lodo. La primera bocanada de cieno fue como si el planeta entero quisiera poseerme. Extenuado, segundos antes de morir, tan solo acertaba a preguntarme; ¿Por qué coño cogí esta carretera de montaña? ¿En qué mala hora me dio el apretón? Tic, tac, tic, tac...
.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Te tengo dicho que salgas de casa con los deberes hechos Ayyyyy alma de cántaro!!!! Para luego volver hecho un asco de tanto cieno, tanto fango, tanto y tanto y tanto jajajajajajajaja