viernes, 19 de diciembre de 2008

¡ÁNGEL DE LA GUARDA, DULCE COMPAÑÍA!

¡Joder tio! ¡Que pasada! ¡Es preciosa! ¡Menudo maquinón! ¿Me la dejas?

Hablábamos de la impresionante Derby TT8 de 74cc que se acababa de comprar mi amigo Javi. Yo ni siquiera podía llevarla, todavía me faltaban unos meses para cumplir los 16, pero bueno, a regañadientes me la dejó, se montó detrás y nos fuimos desde el barrio de “Pedro Lamata” hacia el barrio de “San Pablo” pasando por el de “San Pedro” (joder cuantos santos) íbamos a echarle de comer a los perros que tenía su padre en un solar donde guardaba material de construcción, muebles viejos y los aparatos caseros de gimnasia que sus tíos se fabricaban ellos mismos. En el culo de un bote vacío de 25 kilos de pintura echaban cemento, le pinchaban una barra de acero de las obras y cuando se secaba hacían la misma operación con el otro extremo, una vez secas las dos partes ¡ya tenían unas pesas! muy rudimentarias, muy baratas, pero muy útiles, tan útiles que uno de sus tíos se dejó la obra y a día de hoy todavía tiene uno de los mas conocidos gimnasios que existen en la ciudad “El pasadena”.

Pero volvamos a darle de comer a los perros de mi amigo. Yo iba con el pecho hinchado como un pavo, en esa impresionante motocicleta nueva, con un extraordinario poderío, dándole al puño de vez en cuando para oírla rugir y notar su aceleración, mirando a la gente al pasar ¡sin casco por supuesto! en aquella época en la ciudad creo que ni siquiera era obligatorio, y si lo era, los municipales no le prestaban mucha atención a esos pormenores. En fin, que como iba diciendo marchaba disfrutando como el puto amo de la creación por los territorios de “El Moro”, “El Follo” y “El Tejo”, tres entrañables hermanos gitanos de los de faca en ristre, broncas, cárcel, drogas y prostitución, autóctonos del barrio y temidos en toda la ciudad. Pues andaba yo por aquellas calles como decía, cuando a lo lejos en una placeta veo un grupo de gente que esta charlando tranquilamente en la calle, unos encima de la acera y otros en la calzada.

Justo cuando pasaba junto al grupo, un niño de no mas de tres o cuatro años se suelta de la mano de su madre, sale disparado a la carrera sin mirar a ningún lado de la calle y se mete debajo de las ruedas de la moto….. ¡HOOOSTIA PUTA!..... Frené unos pocos metros mas adelante y nos bajamos corriendo de la moto. El niño estaba llorando en el suelo, el padre ya estaba atendiéndole, la madre se recogía el mandil de cuadritos grises y negros sobre las sayas negras y lloraba y gritaba ¡HAAAAY MI HIJOOO! ¡HAAAAY MI HIJOOO! Una vecina de las de pañuelo negro en la cabeza y vestida de luto pedía a gritos un poco de agua para la madre, otro vecino ya empezaba a decir lo típico de que si los guachos y las motos y que si patatin y que si patatan metiendo cizaña y calentando cabezas, los chavales ya empezaban a acudir como moscas de todas las bocacalles, en unos instantes aquello ya parecía una feria, algunos mas grandes ya empezaban a mirarnos con mala cara, esperando impacientes el momento en el que la mas mínima chispa hiciese explotar todo aquello.

Todavía me sorprendo de cómo dos chavales de tan solo quince y dieciséis años manejaron aquella situación como si de dos adultos, que digo adultos, como dos sabios, astutos y experimentados hombres maduros, manipulamos aquella situación que creo, que porque comprendimos en un instante que nos iba la vida en ello, si nos hubiésemos quedado parados como dos críos que éramos, nos hubiesen linchado allí mismo.

Nos miramos a la cara un momento y nos concentramos con decisión en el eje de aquel universo que se había formado, ¡En el chiquillo y en su padre! Eliminando todo lo que ocurría a nuestro alrededor rápidamente nos inclinamos para tranquilizar al padre y hablar con el niño que no dejaba de quejarse, me incorporé de una, me metí la mano en el bolsillo y sacando un duro pregunté a voces; ¡Donde hay una cabina! ¡Voy a llamar a una ambulancia! No se preocupe usted que nosotros le acompañamos, le dije al padre.

Ese gesto decantó toda la balanza a nuestro favor. Empezaron a oírse otras frases más amables; ¡Llama desde mi casa nene que vivo ahí enfrente! Me decía una vecina tirándome de la sisa de la cazadora ¡Si hace falta lo llevamos en mi coche que lo tengo ahí aparcao! Decía otro, ¡Mira, en el bar ese tienen teléfono, desde ahí también puedes llamar!..... ¡Claro si eggque los shiquillos no miran ná!..... ¡Payo, payo! que los llevamos losotros en la flagoneta, ¡No llames! ¡No llames! Que pá cuando fuere venio lambulansia ya estamos losotros allí….Y efectivamente mi amigo Javi le tomó la palabra a este último. El padre cogió a su hijo en brazos, se metió en la furgoneta y mi amigo Javi y yo cogimos la moto y nos fuimos detrás de ellos al hospital.

Cuando nos alejábamos del tumulto, sin decirnos nada los dos éramos conscientes de la que nos habíamos librao, ni policía, ni linchamiento, ni ná de ná, todo había ocurrido en unos minutos, muy rápidos, pero muy, muy intensos. Una vez en urgencias, los médicos dijeron que el niño solo tenía un hombro dislocado, que se lo colocaban, le hacían unas pruebas y en unas horas a su casita. El padre debió asumir que la culpa fue suya y del niño, porque en ningún momento ofreció un comentario despectivo hacia nosotros, al revés nos daba las gracias por haberles acompañado.

Mi ángel de la guarda debe echar horas extras porque finales felices como este, a veces pienso que he tenido demasiados.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy bien, muy divertido Aventuras y desventuras de un manchego agitanao presenta...
Y este año..., no hay relato corto o supercorto o hiperbreve... para felicitarnos los Christmas??? Besos y Feliz Navidad a tod@s!