Si, soy culpable. Lo admito. El
culpable de que todas mis relaciones de pareja anteriores hayan fracasado, soy
yo.
Ellas en realidad eran todas unas
excelentes mujeres. Las había cultas, educadas, guapas. Las había sinceras,
buenas cocineras y hasta delicadas. La mayoría de ellas poliglotas, valiosamente
entregadas para la vida en pareja. Superdotadas para la comprensión, amigas,
amantes e intuitivamente maternales con mi desvalido proceder. Las había que
eran unas fieras en la cama (todas supieron sacar de donde no había). Unas
damas en las relaciones sociales. Limpias, hacendosas, inteligentes,
receptivas, compañeras, colegas. Las había esculturales y las había con el culo
gordo, con las tetas grandes, con las tetas pequeñas, con un coño como la boca
un metro, con una delicada entrepierna, con una boca sensual, con una ciénaga
por boca. Las había rubias, morenas, con el pelo corto, largo, rizado, calvas,
altas, bajas, enanas, negras, asiáticas, europeas, de ciudad, de pueblo , de
aldea.
Si, definitivamente soy culpable.
El imbecil fui yo.