La luz de mi móvil iluminó toda la estancia desde la mesilla de noche. El soniquete de la melodía me hizo acordarme de la madre que parió al que me llamaba a esas horas. En el visor del aparato logré distinguir un nombre; Oliver Marlow.
En apenas media hora, metí en una mochila todo lo que pude y subí con Oliver a un Sikorsky S-92 que nos esperaba en el helipuerto de Albacete. En el trayecto, mi viejo amigo Marlow me fue poniendo al corriente de la operación. Nos dirigíamos a Londres. Habían surgido problemas con sus compatriotas americanos y todo estaba a nada de irse al carajo si yo no actuaba rápido.
Poco antes de llegar, comprobé la munición de mi Walther PPK y los cargadores con los que contaba, la documentación nueva, un buen fajo de euros y otro menos voluminoso de libras. Nathaniel Prescott, era a partir de ese momento mi flamante nombre.
Una vez en el helipuerto de Battersea me tiraron al aire las llaves de un Jaguar XJ aparcado en el hangar. Crucé el río por Wandsworth Brigde Rd y subí por King´s Rd hasta llegar a Picadilly Circus. Ya eran las 10:30 y sentado en el Brioche Doree café, esperé a que apareciese mi contacto; Edeline Cotter.
A la buena de Edel ya le quedaban pocos países en los que fuera bien recibida. Con su mal hacer en este oficio, sorprendía incluso que todavía conservara la vida. Supongo que lo buena que estaba algo habría tenido que influir en todo eso. En fin, ventajas de mujeres.
A los pocos minutos de terminarme el capuchino, Edel hizo acto de presencia. Esta vez de morena. Media melena, guapa y elegante como siempre y con un precioso culo que yo imaginaba oculto en el interior de su gabardina de Valentino. Nos saludamos con una simple mirada y se sentó junto a mí. Casi al instante, la punta del cañón de su Smith & Wesson me rosigaba las pelotas por debajo de la mesa. Comencé a notar unos codazos en el riñón al tiempo que en la lejanía alguien gritaba……… ¡Manolo! ¡Manooooolo!
Joooder, Manolo, despiértate ya de una puta vez. ¡¡¡Que el guarda eres tú!!! Hace media hora que están tocando el timbre del parking de la fábrica. Vete a abrir, anda, que será algún camión que viene a descargar.
En apenas media hora, metí en una mochila todo lo que pude y subí con Oliver a un Sikorsky S-92 que nos esperaba en el helipuerto de Albacete. En el trayecto, mi viejo amigo Marlow me fue poniendo al corriente de la operación. Nos dirigíamos a Londres. Habían surgido problemas con sus compatriotas americanos y todo estaba a nada de irse al carajo si yo no actuaba rápido.
Poco antes de llegar, comprobé la munición de mi Walther PPK y los cargadores con los que contaba, la documentación nueva, un buen fajo de euros y otro menos voluminoso de libras. Nathaniel Prescott, era a partir de ese momento mi flamante nombre.
Una vez en el helipuerto de Battersea me tiraron al aire las llaves de un Jaguar XJ aparcado en el hangar. Crucé el río por Wandsworth Brigde Rd y subí por King´s Rd hasta llegar a Picadilly Circus. Ya eran las 10:30 y sentado en el Brioche Doree café, esperé a que apareciese mi contacto; Edeline Cotter.
A la buena de Edel ya le quedaban pocos países en los que fuera bien recibida. Con su mal hacer en este oficio, sorprendía incluso que todavía conservara la vida. Supongo que lo buena que estaba algo habría tenido que influir en todo eso. En fin, ventajas de mujeres.
A los pocos minutos de terminarme el capuchino, Edel hizo acto de presencia. Esta vez de morena. Media melena, guapa y elegante como siempre y con un precioso culo que yo imaginaba oculto en el interior de su gabardina de Valentino. Nos saludamos con una simple mirada y se sentó junto a mí. Casi al instante, la punta del cañón de su Smith & Wesson me rosigaba las pelotas por debajo de la mesa. Comencé a notar unos codazos en el riñón al tiempo que en la lejanía alguien gritaba……… ¡Manolo! ¡Manooooolo!
Joooder, Manolo, despiértate ya de una puta vez. ¡¡¡Que el guarda eres tú!!! Hace media hora que están tocando el timbre del parking de la fábrica. Vete a abrir, anda, que será algún camión que viene a descargar.