viernes, 23 de octubre de 2009

SIEMPRE

En tus periodos menstruales, en tus problemas laborales, en tus disputas familiares, en tus días grises, en tus vacaciones, en tus noches de fiesta, en tus noches de mierda, en tus días claros, en tus sesiones de sol, en tus días de gripe, en tus mejores momentos, en tus subidas, en tus bajadas, en tus idas y venidas, en el supermercado, en el coche, en el tren, en el autobús, en el metro, en el avión, en el yate, en la moto, en el almuerzo, en la comida, en la cena, en el campo, en la montaña, en la playa, en la cama……mmmmmm en la cama…. Estoy a tu disposición 24 horas al día, 7 días a la semana, 365 días al año…..toda una vida…..

EXCEPTO UN PAR DE HORAS DE VEZ EN CUANDO QUE ESTOY EN UN PUTO BAR TOMÁNDOME UNAS CERVEZAS CON LOS AMIGOTES. Un poquito de por favor…
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jueves, 22 de octubre de 2009

ME ASUSTÉ

Aquella tarde al abrir los ojos, vi un hercúleo cuerpo desnudo frotándose los genitales con las manos justo a unos centímetros del mío. Al girar la cabeza hacia otro lado encontré a otros que sonreían y charlaban animados como dios los trajo al mundo. El aire era poco respirable, una neblina blanca y densa se esparcía por toda la estancia. Percibía como las gotas de sudor resbalaban por mis sienes. No paraban de unírsenos tíos que rápidamente se despojaban de sus toallas haciendo bromas y tocándose los huevos. Por unos instantes no entendía nada ¿Me había vuelto maricón? ¿Estaba en una orgía? Llevé mi mano izquierda atrás en un acto reflejo y pensé ¿Me habrán dao por el culo? ¡No puede ser! Pero, ¿En qué me he convertido? Oooh madre mía….Mi angustia solo duró el tiempo justo de notar que había sufrido un pequeño vahído.

Todo aquello tan solo eran las duchas del gimnasio.
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miércoles, 14 de octubre de 2009

EL ATAJO

Tic, tac, tic, tac. A unos sesenta metros, el parpadear de los intermitentes de mi automóvil era lo único que acertaba a distinguir desde hacía ya unas cuantas horas. Su pausado pestañear empezaba a taladrarme el cerebro. La tupida oscuridad no dejaba que pudiera fijarme en otra cosa. Los pies me quedaban como muy lejanos, las rodillas parecían estar fundiéndose con el barro, mi cuerpo entero pertenecía ya al entorno donde me encontraba. El fango de la ciénaga empezaba a oprimirme el pecho. Mis brazos, reventados ya de no encontrar nada a lo que aferrarse se perdieron en el lodo. La primera bocanada de cieno fue como si el planeta entero quisiera poseerme. Extenuado, segundos antes de morir, tan solo acertaba a preguntarme; ¿Por qué coño cogí esta carretera de montaña? ¿En qué mala hora me dio el apretón? Tic, tac, tic, tac...
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